“La moral es utilitarista”: Pasan los días, las semanas y los años, pero todo sigue igual. Da igual que te sumerjas en leyendas oscuras de los Borgia, o se intente averiguar el motivo por el cual Stalin no apoyó incondicionalmente a los republicanos españoles, todo desemboca en la misma cuestión: No consigo encontrar el sustento por el cual pensar que existen los valores absolutos. Más allá de entender la relación entre contrarios: la bondad del egoísmo, la lógica de lo ilógico y la verdad de sus errores. Podemos concluir que los valores que conforman una moral se sustentan en errores, ¡Ah!, ¡pero qué bonitos errores!, son tan terrenales, son tan humanos, nos dan esa dimensión que no encontrábamos en lo divino. Ah, ¿entonces la moral está basada en pendientes que si las seguimos acabamos en el yerro?, ¡exacto!, pero continuemos por esa caída, a lo Huidobro en paracaídas. Pero ¿estos errores nos permiten una ordenación?, evidentemente no, al contrario, no contribuye a un régimen, no contribuye a un arreglo. ¡Ah! Entonces podemos decir que la moral no es un sistema, ¡Exacto, no es un sistema con el cual responder a nada!, la moral no está ordenada, y si a esto le sumamos que no existen acciones morales, obtenemos como resultado un amasijo de leyes revueltas en un saco, que en ocasiones tiene agujeros de ratón por donde se caen las normas. Entonces ¿qué sentido tiene la moral?, por supuesto ésta ocurre cuando aparece la convivencia entre varios individuos, y dichas normas podrán ser más o menos acertadas para cada uno de los sujetos, pero lo que guía a todas es el origen en la misma naturaleza: la búsqueda de un objetivo. Ese destino moral, ese determinismo en la elección de las normas, definen la naturaleza utilitarista de la moral. Pongamos ejemplos: Cuando hace unos días leo las noticias en relación a las medidas tomadas del actual Rey de España, como respuesta a las nuevas que aparecen relacionadas con el anterior Rey Juan Carlos I, puedo ver una aplicación práctica de lo anteriormente expuesto. Las medidas que se toman en función de la relevancia de las noticias alrededor de su padre, hacen que aplique acciones frente a su progenitor las cuales tienen el sustento de las normas morales, pero ¿con qué fin?, ¿con el defender unos valores absolutos, superiores y que deben prevalecer por encima de cualquier cosa, o realmente tiene una utilidad práctica, ya bien sea salvaguardar su corona, la imagen de la casa real, etc.? Si el motivo fuese el primero, ¿las medidas deberían haber sido tomadas inmediatamente de su sospecha.?. Quizás que lo que hay detrás de esas afirmaciones tienen que ver con una naturaleza utilitarista. Cuando un político denuncia la corrupción, o el robo de lo público, ¿con qué fin lo hace?, ¿con defender unos valores absolutos, divinos?, o ¿quizás sea una cuestión de practicidad?, es decir buscando una utilidad, desmarcándose de cualquier acusación. Cuando alguien critica al de enfrente por no llevar mascarilla, y aplica una norma moral la cual dice que “El uso de la mascarilla nos protege a todos”, lo hace en búsqueda del sumo bien Kantiano, o simplemente es una norma útil para así no contagiarse. De modo que, el destino de la moral es muy humano, pero es curioso que el que lo aplica le produce un halo angelical, convirtiéndose en un ejemplo. ¿Un ejemplo? Si tiene su origen en un error, hermoso e inestimablemente humano. Me gustaría despedirme con algunas preguntas, que para mí tienen fácil respuesta, pero no soy yo quién debe responderlas: si las normas morales tienen una utilidad en el momento, ¿qué ocurre cuando ese momento pase?, ¿debemos continuar manteniendo esas normas?, en otras palabras, ¿cuando acabe la pandemia deberemos seguir utilizando la mascarilla?, ¿Cuántas normas morales son vigentes cuando la utilidad por la cual fueron concebidas ha prescrito?.

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fergiron.com | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.Fernando Girón
“Fernando Girón es un músico en alguna medida dentro de su cabeza. Esta disciplina convive con la inquietud de tantas cosas que acaba siendo el Krakatoa antes de su erupción. Un día se puede levantar queriendo escribir una obra de teatro, y después de comer pretende regrabar el disco “Meet the Rhythmn section” de Art Pepper.
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